No sabía que necesitaba un abrazo, fue lo que pensé al salir del Centro Cultural ubicado en el Casco Histórico de la ciudad, todavía impregnada de la gran emoción sentida en la inauguración de una Asociación de Yoga, y agradeciendo la gran suerte al ser invitada.
Su creadora lleva años trabajando en diversos centros, impartiendo ésta filosofía con aires renovados.
Después de realizar diferentes ejercicios, danzas, guiados por varios integrantes de este proyecto, y sonrisa sostenida sin tener en cuenta las horas transcurridas, nos fundimos en un abrazo afectuoso, primero con la persona que teníamos cada una a su lado, y después el grupo en un círculo, todos unidos para contribuir con esa relajación que necesitamos y nuestra búsqueda de esa paz interior que puede durar meses, años o toda la vida.
A varias personas no las conocía de nada pero aún así nos despedimos con la certeza de que
“un simple abrazo nos enternece el corazón; nos da la bienvenida y nos hace más llevadera la vida”.